miércoles, mayo 02, 2007

Historias tristes de lectores


(La muerte y sus efectos)


Cuando un autor nos sorprende... Bueno, es que casi siempre nos sorprende, a veces nos avisa con pequeños detalles, pequeños guiños, pero no lo notamos sino a destiempo...
Cuando un autor nos sorprende y hace que muera un personaje, nos afecta. A veces, cuando el que desaparece de la historia es un malvado, y si es un malvado muy malvado, festejamos. A veces incluso los malos son buenos, y nos lamentamos por ellos.
Pero hay personajes queribles, hermosos, de esos hechos para provocar enamoramientos y adoraciones. Esos son los protagonistas de muchas historias tristes, de lectores haciendo fuerza con los ojos brillantes y rojizos, o lagrimeando, o llorando abiertamente.
Hoy no van en encontrar enlaces escondidos entre el texto. No voy a dar nombres. Ni de personajes, ni de historias. Mucho menos, de lectores. Nadie quiere saber de antemano quién va a morir en una novela, a no ser que sea una de misterios y asesinatos y ese dato no sea más importante que lo que aparece en la contratapa. Y nadie quiere aparecer en un sitio web señalado como quien más lágrimas derramó por la muerte de un héroe. Pero muchos lo hicieron.
Una muchacha tenía una hora y media de espera, entre la salida de su trabajo y el encuentro con amigos. No quería esperar en la oficina, así que se decidió a tomar el libro que había empezado hacía unos días, una novela que formaba parte de una saga, y esperar con un café la llegada del resto del grupo. Las primeras amigas en llegar la encontraron secándose los ojos con esas servilletas finitas, de papel brilloso e inútil, tras haber gastado un paquetes de pañuelito y la única servilleta buena, la que venía envolviendo la cucharita del café. Un guerrero había redimido su error, dando la vida para salvar a los más indefensos.
Un joven perdió una clase de Lingüística porque no podía dejar de pensar en esa damita bella, con una personalidad única (o doble, pero siempre inocente), a la que había conocido niña en el primer tomo, y que acababa de perder, ya hecha mujer, en el tercero. Nada menos que a manos de quien para ella era amante, marido, amigo, y que para él era un héroe entre muchos otros, un héroe que sacrificó a la que más quería para salvarla de un sacrificio mayor. Y no le importó, al muchacho que perdió la clase, que todo el mundo lo viera llorando en el pasillo, sentado en un banco junto a la puerta del aula, mientras releía los párrafos malditos.
Un hombre lloró y lloró como nunca había llorado por un libro, cuando hacia el final de una espera de años, de capítulos y capítulos, de tomos interminables, los héroes iban cayendo uno a uno en el camino. Lloró tambien cuando, tras una vuelta de tuerca, comprendió que el que no había caído, en realidad seguiría cayendo.
Una señora, muy aseñorada, muy seria ella, lloró a mares por otra muerte, quizás en esa misma saga, quizás en otra. Una muerte inútil, inesperada, una muerte literaria como muchas otras, una de esas que hacen que el lector se pregunte "¿¡por qué!?", e imagine un viaje largo y azaroso para preguntarle al autor en qué estaba pensando.
Una chica sabía que había una muerte importante en la novela que estaba por empezar. No había podido evitar escuchar los rumores entre sus amigos, que entendían el idioma original y ya la habían leído hacía meses. Pero sí había evitado enterarse del nombre del personaje perdido, y el de su asesino (sí, sabía también que la muerte era violenta). Pero no pudo evitar los escalofríos al acercarse la escena, al ir comprendiendo de a poco que era ese, y no otro, el personaje que iba sufrir el destino predecido. Cerró el libro, y salió al balcón a tomar un poco de aire, para juntar fuerzas para el capítulo que narraba el entierro del personaje, para soportar en calma el duelo.
(Ahora noto, tras escribir estas historias de lágrimas, que las muertes más lloradas son las más sacrificadas, o las más inesperadas. Como en la vida misma, quizás, como en la vida misma.)


Jacqueline Ropain

1 comentario:

Anónimo dijo...

estas historias son muy bonitas pero al mismo tiempo tristes, por que nos llevan a viajar por un mundo en el que nosotros los lectores, creemos que estamos alli adentro de aquella historia y ese es el momento en el que sentimos desesperacion y sufrimos por aquel destino, y pensamos si los autores pasaron por este viaje largo.