viernes, noviembre 16, 2007

Frase del mes...

"Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos."
Hans Christian Andersen La vendedora de fósforos.

martes, noviembre 13, 2007

¿Qué es Literatura Infantil?


Definir la literatura infantil es una problemática socialmente aceptada:

Ninguna literatura se define a través del receptor, variable en el tiempo, sujeto a cambios. Es el emisor o el mensaje, en sus coordenadas técnicas o temáticas, el que puede definir la especificidad de un sistema (Tedesco -1997-)

Por lo tanto, la literatura infantil es una literatura atípica y singular, ya que está definida por el receptor ideal, porque el término no es excluyente: mucho (muchísimos) adultos disfrutan de este tipo de literatura.
Existen elementos que ayudan a definir la literatura infantil como un hecho cultural de características propias.


Para Merlo (1976) “La literatura infantil significa fundamentalmente, literatura escrita por adultos para que lean los niños”. Sin embargo los niños no sólo leen lo que los adultos han escogido para ellos, estos receptores se han apropiado de muchas obras, en especial de las narraciones de aventuras: Robinson Crusoe de Daniel Defoe, Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, El libro de la selva de Rudyard Kipling, La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, Viaje al centro de la tierra de Jules Verne, entre muchos otros.


Tal como señala Jesualdo (1982) a propósito de la literatura “para niños”: “parecería que esa forma literaria, con cuerpo y estructura literaria, no existe porque la que se pretende apta para su gusto no llena su apetito intelectual”
Satisfecho o no el apetito intelectual, sí existe una literatura infantil, aunque el infante haya sido visto como un adulto en proporciones pequeñas durante tantos siglos, y sea, a partir del siglo XVIII cuando la infancia es considerada como una etapa distinta a la adulta.

Según Isabelle Jean (1984):
la idea que inicia la literatura para niños radica en la existencia de una edición específica. Sólo a partir de ese momento podrá hablarse de “literatura infantil”, cuando lo económico sea realmente el soporte de una ideología. Este suceso se produjo al mismo tiempo en Francia y en Inglaterra: Pellerin crea en 1740 las estampas de Epinal, Jhon Newberry abre en Londres en 1745 la primera librería para niños…”

“La escuela ha sido siempre el principal “cliente” de la edición infantil” (Colomer, 1999), desde sus inicios el didactismo acompañó los libros para niños, elemento que ha debido abandonar las ediciones infantiles por el gran rechazo obtenido, actualmente la literatura infantil recrea y place, aunque existen sus aberrantes excepciones didácticas y moralizantes.


Para Teresa Colomer (1999) la literatura infantil-y juvenil- cumple con tres funciones:
1. “Iniciar el acceso a la representación de la realidad ofrecida a través de la literatura infantil y compartida por una sociedad determinada.”
2. “Desarrollar el aprendizaje de las formas narrativas, poéticas y dramáticas a través de las que se vehicula el universo literario”
3. “Ofrecer una representación articulada del mundo que sirve como instrumento de socialización de las nuevas generaciones.” (Colomer ,1999 –p.15-)

Dichas funciones son el objetivo pragmático de este tipo de literatura.


En otro orden de ideas, la autora (Teresa Colomer) señala que a partir de la década de los setenta surgió una nueva visión del mundo y de la infancia que ha permitido la creación de nuevos tipos de libros “tanto para cubrir el mercado generado por la ampliación de la escolaridad a los pequeños no lectores y a los adolescentes, como para satisfacer las necesidades de una sociedad basada en el ocio y el consumo” (p.107)


Entonces la literatura infantil está hecha para satisfacer gustos de grandes y pequeños, de sociedades hambrientas de recreación y de satisfacción ficcional. A fin de cuentas: el único receptor que tiene este tipo de literatura es el niño(a) que llevamos dentro.

La niñez de la luz y la sombra:


Los adultos escuchan palabras, sin oírlas.
Los adultos leen palabras, sin sentirlas.
Los adultos pronuncian palabras, sin degustarlas.
Los adultos escriben palabras, sin olerlas.
Cuando los adultos conversan, ni se percatan de las palabras, por eso las palabras se marchitan de soledad y de tristeza.
Los adultos utilizan palabras sin amarlas. Así las palabras se estropean y envejecen.
Los niños son diferentes; los niños juegan con las palabras. El juego repara las palabras estropeadas. El juego desherrumbra las palabras viejas y les devuelve el brillo juvenil. El juego genera nuevas, increíbles, increíblemente bellas palabras.
Los niños escuchan las palabras. Las palabras son la música de las voces humanas.
Los niños sienten las palabras: ¿son blandas? ¿duras? ¿redondas? ¿puntiagudas?
Los niños degustan las palabras: ¿son dulces? ¿saladas? ¿agrias?¿amargas?
Los niños huelen las palabras. Las palabras son polen sobre las flores de las cosas.
Los niños aman las palabras. Por eso también las palabras aman a los niños.


Mensaje de IBBY 1997
Sección Eslovaca de IBBY
Escrito por: Boris A. Novak
Traducido por: Pavel Fajdiga.